Intervenciones de peatonalización permiten que el espacio ocupado por los vehículos sea habilitado para el paso de peatones.
El nivel de urbanización en Latinoamérica y el Caribe ha sido rápido y acelerado, alcanzando cerca del 80% y donde vivimos más de 495 millones de personas en centros urbanos (CEPAL,2017). Con este contexto, no es difícil imaginar ciudades desordenadas donde predominan los automóviles por sobre las personas, y donde el peatón muchas veces debe escurrirse entre los vehículos para poder circular. Contamos con ejemplos históricos de ciudades inaccesibles donde no se priorizan los transeúntes ni los modos blandos de movilidad; por el contrario, son centros urbanos con precarios accesos peatonales, aceras muy angostas, muchos estacionamientos, con mucho congestionamiento, contaminación y caos automotor.
Sin embargo, también es cierto que algunas ciudades latinoamericanas están comenzando a revertir el dominio del automóvil hacia centros urbanos más amigables con el peatón, accesibles, inclusivos y sostenibles. En estos casos es importante detenerse a percibir cómo se ha logrado que la ciudad devuelva espacio urbano a los peatones por dónde cruzar, a los automóviles dónde frenar, a los buses dónde pararse sin obstruir y a los ciclistas por dónde pedalear. Cuando la ciudad se ve agobiada por automóviles, buses y camiones, los peatones no pueden vivirla pues son ellos los que más sufren tanta hostilidad vehicular. Necesitamos que la ciudad nos invite a caminar, que tenga aceras generosas y accesibles para todos, que el peatón tenga seguridad al transitar, que esté llena de espacios públicos que se puedan disfrutar.
En muchos casos, las peatonalizaciones se han entendido únicamente como una herramienta de planificación urbana para ordenar el espacio, para que todos los peatones pudieran hacer uso del espacio público. No obstante, es necesario enfatizar que estas acciones funcionan como parte de las actuaciones de ordenación de la movilidad en el espacio público para gestionar no solo el espacio, sino también el tráfico en las ciudades. Esto requiere una coordinación eficiente con el resto de la infraestructura de transporte para evitar desviar o incrementar los problemas de movilidad. Por ello, hay que entender las peatonalizaciones como intervenciones integradas en los proyectos de transporte urbano, de manera que su definición se apoye en sistemas de transporte públicos eficientes.
Un proceso de peatonalización es conveniente realizarlo junto con modelos de tráfico, planes de planificación urbana, planes de movilidad sostenible y planes de eliminaciones de barreras arquitectónicas para estructurar las zonas peatonales y las zonas contiguas para que los trayectos motorizados no se desvíen a otras calles.
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